COLECTIVO

Guadalajara, Jalisco, Mexico
Somos un grupo de amigos amantes a la fotografía y a la bicicleta, de ahí el nombre de este blog. Cada domingo vamos a pedalear por diferentes rumbos de la ciudad y fuera de la misma. Hacemos tanto ciclismo de montaña, ciclismo urbano y biciturismo. Con esto queremos fomentar el uso de la bicicleta como una herramienta viable de movilidad, de salud y de diversión. ¡¡¡Animate a rodar con nosotros, saca tu bici a pasear!!! Escríbenos a camararodante@hotmail.com

lunes, 18 de mayo de 2015

"POR LOS CAMINOS DE SANTIAGO... UN PEREGRINAJE DE PADRE E HIJO EN BICICLETA". CRÓNICA DE MANUEL ALCALA JR.


Inicio de un peregrinaje 

Nuestro camino no tuvo motivos desde el inicio y no agotamos los razonamientos para encontrarlos, simplemente era la satisfacción de haber logrado un viaje padre e hijo. El camino de Santiago, a la distancia, despertó en nosotros un interés particular de encontrarnos en aquellos espacios llenos de naturaleza, de vida, de camaradería, de soledad, de climas difíciles; que nosotros percibíamos a la distancia, desde nuestra televisión y computadora, pero queríamos estar en ellos, respirarlos, caminarlos, o tal vez, pedalearlos.

Es desde ahí cuando empieza el peregrinaje. El nuestro comenzó un día de Noviembre, para ser más preciso el 14, mi padre y yo a la distancia pero conectados por la tecnología. Yo en Durango y él en Guadalajara, un solo clic nos acercó al periplo que en unos meses emprenderíamos, del cual desconocíamos bastante pero solo era necesario conocernos. La primera meta estaba fechada para el 14 de Abril del 2015. ¿Hacerlo a pie o en bicicleta?, ¿Desde dónde empezar?, ¿hasta Santiago o Finisterre?, ¿800 km o 300?, ¿podemos hacerlo?, ¿cuánto de equipaje?...Después de un tiempo decidimos que lo haríamos andando. Bueno, la verdad es que tras esta decisión optamos por mejor hacerlo en bicicleta. Y las preguntas seguían surgiendo, ¿necesitamos preparación?, ¿qué tanto?, ¿nos llevamos las bicicletas de acá?, ¿las rentamos?, ¿qué tipo de bicicletas?, ¿dónde llevaremos el equipaje?; insistíamos, ¿en verdad estamos preparados?... Y así, las preguntas no terminaban y a las que creíamos tener las respuestas generaban más de éstas.

Con tanta información que existe de cualquier sitio al que uno quiera llegar, con relación al Camino de Santiago no fue la excepción. Tratamos de leer y de retomar experiencias de gente que ha hecho el camino; ver imágenes; estudiar las etapas; estar al tanto de su actualidad (albergues, clima, costos, etc); elaborar una agenda por día que incluyera de dónde salir y hasta dónde llegar; contar con un estimado de kilometraje por día; y aprender en torno a la bicicleta –había mucho que no sabíamos y que aún seguimos sin saber-. En fin, un viaje estructurado.

 “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”


Uno de nuestros primeros aprendizajes como peregrinos, o como bicigrinos, lo tuvimos antes de partir con una rodada con el colectivo ciclista Cámara Rodante. Esta fue nuestra primera experiencia en el ciclismo de montaña ¡y faltaba menos de una semana para empezar nuestro recorrido en Santiago! Éramos primerizos – por nuestras bicicletas y atuendos se podía inferir-, y nos encontrábamos rodeados de gente que ya estaba consolidada en el colectivo, ya tenían un recorrido importante.


Aún sin estar inmersos en Santiago como bicigrinos, con ellos ya nos sentíamos como tal. Nos fueron llevando poco a poco, nos acompañaban con paciencia pero sobretodo nos hicieron sentir parte del equipo; de rodar sin importar la pericia para hacerlo, compartir camino era lo esencial – no estuvieron de más la serie de consejos que nos dieron constantemente-. Y lo relaciono con el camino porque mientras rodábamos, parábamos en lugares y conocíamos la historia de los mismos relatada por los compañeros; un ambiente fraternal en el que, en este caso, la bicicleta es una herramienta para encontrarse.

 “los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía”


15 de Abril, dos sujetos, padre e hijo, montados en dos bicicletas –rentadas, a todo esto-, en Pamplona cuyo destino sería Santiago de Compostela, solo 730 km nos separaban. Los tiempos ajustados pero precisos. ¿Por qué hacer el Camino de Santiago?, ¿Por qué convertirse en un peregrino en vez de un turista por las calles de París, tal vez Roma?, ¿En busca de qué hacer tantos kilómetros? ¿Acaso el nombre del Monte del Perdón (que forma parte de la ruta del Camino Francés el cual hicimos) no nos adelantaba algo?


Estas, por suerte, son preguntas que no nos hicimos durante el Camino, pero que si lo hacemos ahora. Y es que el peregrino hace eso, va por tierras extrañas y se encuentra con extraños que comparten la misma locura; que caminan, pedalean, que miran hacia adelante, que suben y bajan (mas subidas que bajadas), que migran, que caen y se levantan, que cargan una mochila llena de fe, ilusiones, reencuentros, memorias, dolores, afectos; que no busca comodidades sino cordialidades; que encuentra en el camino un arte curativo; que deja todo lo que tiene y espera llegar a Santiago, pero una vez ahí desearía no haber llegado para seguir en este viaje.


Fueron días contrastantes, días lluviosos o con un sol irritante; caminos secos y rocosos, o llenos barro, pueblos con un solo habitante o ciudades que abrumaban; Pero a la vez constantes con su naturaleza y silencio abundantes. Así cruzamos las provincias de Navarra, La Rioja, Castilla-León y Galicia; Dormimos en los albergues de Estella, Logroño, Grañón, Burgos, Mansilla de las Mulas, Frómista, Murias de Rechivaldo, Pieros, Triacastela, Ventas de Narón y, finalmente, Santiago de Compostela.


Todo esto lo hicimos mandando al carajo la estructura que creíamos tener, los kilómetros por día que queríamos recorrer, los lugares a los cuáles debíamos llegar; y fue así porque nos dimos cuenta que el Camino no puede ser planificado en su totalidad, no estás dentro de un aula o una empresa en la que esquematizas la jornada del día para al final de ésta traducirla en términos de productividad (por más que así quieras hacerlo).


Cada mañana, antes de iniciar con la rodada, mi padre y yo nos fundíamos en un abrazo porque eso era mucho más importante para nosotros que los ejercicios de calentamiento, ya que entendíamos que el camino se hace más con el corazón que con las piernas, que llega un momento que no te dan para más.


Era recurrente que a lo largo del camino no habláramos, incluso nos distanciábamos, cada quien a su ritmo, pero cuando nos veíamos solamente un gesto era necesario para seguir adelante o preguntarnos ¿cómo estábamos? sin pronunciar palabra alguna.


Tal vez el camino nos hizo entendernos de esa manera, o tal vez ya lo hacíamos pero no lo sabíamos, hasta que nos vimos bajo esas circunstancias. Además hubo – o hay porque creo sigue existiendo-, una admiración mutua por uno tener 25 años y ser impulsivo en sus pedaleadas; otro, por tener 54 años -perdón por hacerlo evidente-, ser cauto y perseverante.


Cargábamos con todos los rostros de la gente con la que compartimos camino: rostros cansados pero optimistas, rostros iluminados, rostros mojados o rojos de tantos rayos de sol pero que eran rostros que siempre sonreían. Cargamos también con todos esos lugares y espacios en los que estuvimos, sus historias, sus personajes; aquellas subidas interminables y aquellos descensos que rejuvenecían; con marcas corporales como trofeos de aquellas caídas que nos hicieron levantarnos.

Llegamos a Santiago, nos abrazamos y continuamos……

BUEN CAMINO

Manuel Alcala Jr

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